domingo, 23 de noviembre de 2014

MICRORRELATOS.
Relatos míninos. Lucas Goloboff y Dylan Bredeston. 

El tiempo
Soledad, miedo, angustia. Un vaso de vodka en la mesa, con unos tranquilizantes. Ingiere todo el frasco en un segundo y los baja con ese fuerte licor ruso. Dos horas después sigue de pie sin ningún tipo de cambio. Desesperado, toma la botella y bebe todo el líquido transparente. No entiende por qué no puede morir. Enloquece y busca el viejo revolver de su padre.  Apunta a su cabeza y dispara.  Piensa que el arma no se disparó y se fija si estaba cargada. Sólo tenía cinco balas. Una ya había sido disparada. Se mira en el espejo y ahí tenía ese gran hoyo entre sus ojos. Siente hambre y decide ir a la panadería a conseguir algo que lo satisfaga. En la calle lo miran raro. Llega al local,  saluda a todos  y una señora,  sorprendida, le pregunta ¿qué le pasó?  A eso responde: no me llegó la hora aún.

Dylan Bredeston


La competencia
 Duda y certeza, seguridad y temor. Eso sintió el Sr Zeta al entrar al apartamento de su colega, el Sr. Selva. La oscuridad, su gran enemiga. Silencio y miedo. Balazo, plomo y al río.

Lucas Goloboff

          
Algún
Algún borracho comía, distraído, espinaca. Fácilmente garantizó hacer intenso jugo de kiwi lastimoso. Mal notó obstinado: ¿Por qué rozó su túnica únicamente? Volvieron Waldo, Xacon y Yole Zapata.
Dylan Bredeston


El viaje
Zulma y Ximena Webber viajaron una tarde soleada. Recordaron que Pepe o Ñato necesitaban matar los koalas. Jamás imaginaron horrible gran faena. Ese día, culminaron bailando amistosamente.
 Lucas Goloboff
  

La confusión

Camina por el desierto media hora, buscando ayuda después de que sus amigos lo abandonaran. Encuentra un oasis con mucha gente. Ahí en el borde de la muerte logra hidratar su cuerpo. Al terminar, intenta interactuar con un hombre que le dice que no se preocupe de nada, que ya está en el paraíso. A eso, el desconocido se presenta con el nombre de Jesús.
Dylan Bredeston


El hartazgo
Estoy harto de mi familia, de mis hijos que no valoran lo que tienen y de mi esposa que me engaña con mi secretaria. Me iré para siempre,  ni siquiera necesitan mi dinero, ya los mantiene mi odioso suegro. Y estoy harto de que me digan cómo vestir y cómo comportarme. Me iré a vivir a un país donde no puedan encontrarme. Me cambiaré el nombre y no dejaré que nadie me vuelva a dominar. Soy el dueño de mi destino y el capitán de mi alma.

Lucas Goloboff                       


La confesión

Era obvio que la íbamos a matar. Esa mujer mandona y agresiva,  que simula ser un amor, hace que todo el mundo crea sus mentiras. Nosotros trabajamos diez horas en la mina de diamantes y ella se lleva el sesenta por ciento de las ganancias cuando no hace más que comer manzanas. Muchos pensaran que la mató esa anciana pero la verdad es que nosotros pusimos esa manzana envenenada en el canasto.
Dylan Bredeston


La inversión
No entiendo. Hay un caso sin resolver.  Conozco al culpable, lo he estado buscando hace tanto tiempo que ahora que sé quien fue mi vida no tendrá más sentido. Invertí mucho más  tiempo en mi trabajo que en mi vida, aunque ahora comprendo que mi vida es mi trabajo, y si termino con mi trabajo, termino con mi vida. Ahí está mejor.
 Dylan Bredeston              


El destino
Ella salió de su casa y recorrió calles, bocacalles, ochavas y mil locales de ropa elegante y a las nueve y veinte minutos llegó a la esquina de Santa Fe  y Callao.
El salió de la suya y recorrió calles, bocacalles, ochavas y mil locales de ropa elegante y a las nueve y veinte minutos llegó a la esquina de Santa Fe y Callao.
Ella y él, nunca se vieron, ni se registraron, ni siquiera tuvieron la intención de hacerlo.
El destino es así, junta, pero no une... 


Lucas Goloboff

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