domingo, 14 de septiembre de 2014

Marco Zucchelli.

Sobreviviente.

Algunos barones cuentan detenidamente erradas ficciones grotescas. Habitualmente inician: “Juan Kirk, los mato, ningún ñoño” o “Perecieron quienes ridiculizaron su tonta universal vocación, xilofonista.” Yo zafé.

Árboles.

Se mueven por los bosques y causan confusión. Son la auténtica causa por la que los viajeros se pierden. Les daría gracia, creo yo, oír alguna pobre alma pronunciar las palabras “¿Ya hemos pasado ese árbol?”. Solo escapará de sus bromas el viajero más sagaz.

Infeliz.

Aquel elfo triste lloraba todas las mañanas por su amada perdida. El pueblo cercano, despertaba angustiado al escuchar los lamentos de tan triste criatura. Un día, hartos de la molestia que les causaba, decidieron matar al elfo. Sin embargo, él escapo. Decidió terminar con su tristeza, se comió una perdiz.

¿Cómo se sale de Roma?

Llegar había sido tan sencillo que no me había preocupado por volver, tres días estuve conduciendo mi auto en línea recta, llegue al centro de la ciudad y sin asustarme ni detenerme continúe mi camino siempre recto, llegue nuevamente al centro de la ciudad y esta vez decidí doblar a mi derecha y continuar por ahí, me comencé a frustrar en el momento en el que aparecí en el lado izquierdo del centro de la ciudad. Me canse, viaje en avión,  Salí del aeropuerto, en el centro de la ciudad.

Todos somos monos. 

Solo monos como los “potros rojos” son locos o llorosos. Rotos los cocos, Roco, potro rojo, pronto contó lo doloroso. Otro mono con poco control lloró hondo. Zozo, orco horroroso, mostro oro mongol. Todos jocosos. Roco lo nombró mono con honor.

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