viernes, 2 de mayo de 2014

La verdad de la locura (nueva versión)

Monstruos, todos ellos. Lo veo en sus ojos, en las sonrisas que me lanzan cada vez que me ven. Piensan que no me doy cuenta, pero los veo todo el tiempo. Fingen ser humanos, aunque yo sé que esas pieles son un mero disfraz. Debajo de esos trajes de piel se encuentran demonios consumidos por una sed insaciable de terror, bárbaros que solamente quieren ver mi cuerpo sin vida sobre suelo.  Durante todo este tiempo pensé que eran inofensivos, amables y leales, pero ahora sé que esas caras son solamente máscaras.

Todo comenzó cuando un comerciante visitó el palacio del reino. Sus ropajes eran extravagantes, con colores vibrantes y estampados nunca antes vistos en estos lugares.
-Traigo regalos de tierras lejanas -repetía una y otra vez, arrodillándose ante mí, ante el trono.  Era una costumbre que cada viajero, al pasar por nuestras tierras, brindara ofrendas para la corona.
-Maravillosos obsequios para un maravilloso rey-. Sirvientes entraron en la sala cargando cajones repletos de objetos. Obras de arte, instrumentos musicales, perfumes y telas multicolores. El comerciante luego se despidió, argumentando que tenía más tierras por recorrer. Me acerqué a los regalos y empecé a ver qué era lo que este extranjero había regalado.

Fue un libro lo que me llamó la atención. Era pequeño, no sobresalía al estar entre todos tantos fascinantes regalos. Parecía un cuento infantil, y me sorprendí al notar que estaba en español. Ciertamente, un libro extranjero debería estar en otro idioma irreconocible, pero este no era el caso.  

Fui hacia la biblioteca del palacio para poder apreciarlo en paz y comencé  a leerlo.  En sus hojas estaba escrita la historia de un reino, un reino perfecto, sin crímenes ni pobreza. La vida allí era perfecta, sin embargo, los habitantes decidieron rebelarse ante su rey. Invadiendo el castillo, capturaron al monarca y sin remordimiento, lo asesinaron.  Un sentimiento de terror y angustia se apoderó de mí. Una pequeña duda surgió entre mis pensamientos. ¿Podría ser que este pequeño relatara el presente? No tardé en entender que este libro no describía el presente, sino el futuro, MI futuro. Estaba allí, escrito, frases rodeadas por diminutos dibujos infantiles. En esas hojas se encontraba la verdad, una terrible realidad. Todos estos años mis súbditos fingieron  amarme, pero en el fondo me desprecian.

Corrí hacia mi habitación en un acto de pánico, ignorando los gritos de los monstruos armados, preguntando si había visto algún peligro, si su majestad necesitaba protección. Detrás de esas palabras se encontraban terribles mentiras, deseos de muerte. Entré a mis aposentos y fui en busca de mi arma secreta. Tomé una daga escondida debajo de mi almohada y me refugie en el armario. Podía escuchar los pasos de los guardias y sirvientes acercándose a mi habitación.


-¿Hay algún problema con el rey? Veamos si necesita ayuda - No pude soportarlo, yo sabía que ellos vendrían a quitarme la vida. Decidí entonces no permitirlo, y con la daga en mis manos, corté mi cuello con un suave movimiento.

CUENTO RE-ESCRITO

El por qué .

El cuerpo inerte del rey yacía sobre el piso de su habitación. Una daga se encontraba en su mano derecha y un corte se podía ver en su garganta. Un río de sangre teñía la alfombra de color escarlata y terminaba en espiral llegando hacia la puerta de la habitación.  Los gritos asustados de los sirvientes inundaron los pasajes del castillo, y sin el uso de palabras, todo el castillo se enteró de una muerte inesperada.  

¿Por qué el monarca quitaría su propia vida?  Su reinado fue pacífico, sin conflictos con otros reinos ni peligros en el interior del territorio. Él era amado por el pueblo, y ese cariño aún sigue vivo. Sus heroicas hazañas eran narradas por toda la nación con admiración y orgullo. “Habrá sido por conflictos externos” se rumoreaba  Durante los últimos años surgieron ciertas disputas entre los reinos vecinos. Los mensajes que recibíamos anunciaban noticias donde los habitantes se rebelaban ante su monarquía. De todos modos, nuestro rey no mostraba preocupación alguna ante esos incidentes e ignoraba lo que pasaba en esas tierras lejanas. En busca de la causa de su suicido, nosotros, los sirvientes del palacio, empezamos nuestra investigación.

Comenzamos con su cuarto, en busca de algún indicio que nos ayudara a encontrar la causa de su muerte. Debajo de la cama encontramos un libro, un cuento infantil. El día anterior un comerciante extranjero había visitado el palacio con obsequios para la corona. Probablemente, este pequeño libro estaba entre los regalos. Tomé el libro y me puse a leerlo. No tenía muchas hojas, no era una historia muy larga. En sus páginas narraba la historia de un joven campesino. El protagonista, lleno de rabia por maltratos injustos, decidió armar un bando para asesinar al rey y tomar el poder. Su objetivo es acuchillado en el corazón, y el sufrimiento de las tierras se acabó enseguida. Recientes rastros de lágrimas decoraban las gastadas hojas del libro. En la última página encontré algo que nunca pensé que llegaría a leer. Escrito en la cursiva propia del rey, se hallaba la frase “Ya no puedo vivir con miedo”. La semilla de la duda había estado germinando en su corazón, y ese libro fue la última gota que hizo florecer esa hierba innecesaria. Como respuesta ante el pánico, decidió quitarse su propia vida en un acto de terror y locura. El triste final de nuestro líder cayó ante nosotros como una terrible verdad, sin darnos tiempo a reaccionar. 


Camila Camaño

1 comentario:

  1. Camila, tu cuento necesita más trabajo ya que hay hilos sueltos en la historia y poca elaboración del discurso.
    Creo que esta historia debería ser contada por un narrador en primera, pero testigo; darle voz al protagonista explicita demasiado y hace poco creíble lo que sucede. No lográs construir el discurso desquiciado de un loco, sino uno bastante lógico. Si se mata, ¿cómo es posible que narre? ¿Cuál es la relación entre lo que lee y su paranoia? Faltan informantes e indicios que eviten que el lector se sienta contrariado con estas incoherencias argumentales.
    Repensar el título: anticipa y aclara aquello que es obvio desde el inicio del texto.
    Rever repeticiones innecesarias, uso de gerundios y tiempos verbales; construcción de párrafos.
    Si bien esta instancia pone punto final a la actividad, no lo hace con el trabajo de reescritura sobre el texto, ya que, si querés, hay mucho todavía que puede mejorar. Ojalá tengas las ganas y el entusiasmo, porque a escribir se aprende escribiendo.
    Nota final: 5 (cinco)

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