La llamé hasta cansarme con el teléfono de casa pero, como era de
esperar, estaban todos probablemente pasados de alcohol. Si mis padres notaban
que lo había perdido otra vez, me aniquilarían. Así que me puse mi abrigo y
bajé sigilosamente para no despertar a mis padres y me dirigí hacia la puerta.
En el transcurso noté una luz que salía del cuarto de mi hermano. Me asomé y lo
vi dormido con un libro bajo el brazo. No le presté importancia y me fui, la
casa de mi amiga no quedaba muy lejos.
Llamé a la puerta y me atendió un
chico que no estaba en sus mejores condiciones. Pasé de largo, fui directamente
en busca de mi celular y, en cuento lo
tomé, Valen me insistió para que me quedara unas horas más en la fiesta ya que
habían puesto buena música. Había perdido, literalmente, la noción del tiempo y
en cuanto vi la hora, corrí a casa. En el transcurso del camino observé enormes
cantidades de humo, en cuanto llegué a casa me quedé estupefacta: de las
ventanas salía una enorme flama rojiza y apresuradamente intenté entrar,
evitando a los bomberos que me detenían. Miré hacia mi alrededor y vi tres
figuras humanas tapadas con sábanas. En ese momento, todo se volvió silencio
para mí, aunque sabía que el caos abundaba: tenía que encontrarlos aunque sabía
que era imposible. Alcancé la puerta y un calor abrumante me hizo desvanecer.
Abrí los ojos y en cuanto recordé todo
lo que había sucedido quise no haberme despertado jamás. Pasé semanas
incontables en el hospital, llorando y
pensando por qué no me había ido con ellos. Un día por la mañana llegó un
policía.
- De veras siento lo que te sucedió, esta caja contiene todas las cosas que pudimos
salvar del incendio- dijo, asentí- Toma.
No quería abrirla, sabía que en cuanto
volviera a ver esas cosas no podría evitar hundirme en la depresión. El vacío
sería cada vez más grande, pero la abrí. Sólo tenía un viejo libro cubierto de
cenizas pero que increíblemente se conservaba intacto. El policía se retiró con
una mirada de lástima y sentí ganas de asesinarlo por ello. Quité la caja de mi
regazo y volví a dormirme, queriendo quitar esa mañana de mi miserable vida.
Luego de un par de semanas obtuve el alta y mi estúpida tía, ahora mi
responsable a cargo, pasó a buscarme. Me llevó a su casa y me explicó la rutina
a seguir, cómo funcionaba todo allí y lo estricto que sería mi nueva vida. En
cuanto terminó su sermón, subí a mi cuarto y lloré desconsoladamente, ya no
podía más.
Al día siguiente me levanté muy temprano, ya
que tenía que volver a mi vida diaria y, lamentablemente, eso incluía la vuelta
al colegio. Todas las miradas de tristeza se centraban en mí y lo peor de todo
el día fue que mis amigos ni siquiera se acercaron a preguntar cómo estaba, no
lograba comprender cómo habían podido ser mis amigos durante todo este tiempo.
Volví a la casa de mi tía, me dirigí a mi habitación y miré el libro
detalladamente: era el que tenía mi hermano entre sus brazos unas horas antes
de morir. Ese objeto era lo único que me hacía sentir que mi familia estaba conmigo,
especialmente mi hermano. Tuve pesadillas como todas las noches a partir del
incidente pero esa noche fue especial, porque soñé que mi madre me decía que
debía leer aquel libro. Prendí la luz y me sumergí en la lectura de ‘’Siddhartha’’
de Hermann Hesse. En cuanto comencé no pude parar de leerlo. Lo leía
minuciosamente para no poder llegar al final, me recordaba todo el tiempo a mi
familia y quería estar allí todo el tiempo que fuera posible. Lo terminé en
cuestión de dos días.
Luego de unos meses, empecé a tomar clases de patín. Era un deporte que amaba
desde pequeña aunque lo había dejado ya hace mucho tiempo. No porque mi familia había muerto, todo estaba
perdido. Tenía mucho tiempo por delante y no podía dejarme llevar por la
depresión. Pero sé que mi familia quería lo mejor para mí.
Sol López Marcomini y Belén Campos
Elaboran un texto claro en el planteo, en el que la historia se desarrolla con simplicidad; sin embargo, no logran dar con el discurso adecuado a la elaboración de un relato con pretensiones literarias. La narradora se limita a decir lo que sucedió o sucede pero no hace que los hechos sucedan. Por ejemplo en "me atendió un chico que no estaba en sus mejores condiciones", deberían haber descripto los movimientos y el comportamiento del personaje para que el lector pensara que está borracho. Además, ya había previsto que en la fiesta todos estarían ebrios y resulta redundante. Repensar qué hace que el "cómo" se cuenta sea tan importante como la historia contada.
ResponderBorrarRever repeticiones innecesarias, uso de puntuación y tiempos verbale; también, tildes.
Nota: 6