Marco Zucchelli, Mario Di Cola, Juan Martin Ricci
Necesidad de amar, de leer.
Otra vez era la misma escena, ella sentada en el
asiento trasero, el mirándola a través del espejo retrovisor, su pelo rubio,
los ojos azules que lo hipnotizaban y aquellos labios rojos que lo seducían, vestida
de plateado esta vez, para llamar más la atención, el sospechaba, como si
necesitase vestirse así… se contestaba el mismo.
¿Cómo podría hablarle? El era un simple chofer, ella
ni siquiera había visto su cara y aunque pudiera hablarle no sabría de que.
Eran de mundos diferentes pero, esta vez, él tenía un plan. Ya se lo había
dicho su amigo Gerónimo “Gus, los libros hablan, ¿No me dijiste mil veces que
siempre lleva el mismo libro? Léelo y háblale de eso” Pero Gustavo, no había
tocado un libro en su vida y ese no era la excepción, pero eso cambiaria esta
vez, sin dejarse distraer por su pelo o sus ojos ¡ni por sus labios! Anoto el
nombre del libro “Historia de dos ciudades”.
Llego a su casa con el libro en las manos, lo compró
apenas salió del trabajo, lo tiro sobre la mesa, antes debía comer, termino la
pieza de pollo que tenía en la heladera de la noche anterior y sin saberlo se
armo de otra excusa, debía bañarse, estaba mugriento y la suciedad que nunca
antes lo había molestado, no lo dejaba leer. Era muy tarde para leer, pero
mañana era su día libre y podría leerlo con la tranquilidad que su amor a Giuliana
Larose, su pasajera, se merecía.
Se levanto temprano, una ansiedad no le permitía
dormir, era parecido a un sentimiento de culpa, que nunca había sentido, una
fuerte presión en el estomago que le advertía de algo que debía hacer. Se paro
abruptamente, entonces lo vio, el libro aun sobre la mesa, no había leído la
contratapa y no quiso hacerlo, había algo en ella que le producía rechazo y
decidió empezar por el principio.
Era el mejor de los tiempos, era el peor de
los tiempos, la edad de la sabiduría, y también de la locura; la época de las
creencias y de la incredulidad; la era de la luz y de las tinieblas; la
primavera de la esperanza y el invierno de la desesperación. Todo lo poseíamos,
pero no teníamos nada; caminábamos en derechura al cielo y nos extraviábamos
por el camino opuesto. En una palabra, aquella época era tan parecida a la
actual, que nuestras más notables autoridades insisten en que, tanto en lo que
se refiere al bien como al mal, sólo es aceptable la comparación en grado
superlativo.
Esa primera parte llamo mucho su atención y lo dejo
pensando, pero no satisfecho, tenía que leer mas, continuo toda la mañana y
toda la tarde, paro solo para comer y recordó el partido de básquet que tenia
con sus compañeros esa misma noche, una vez terminado el capitulo por el que
iba, se cambio y partió al encuentro.
Gerónimo lo saludo como siempre, era una buena
persona, de piel morena y ojos brillantes, que guardaba un secreto amor por los
libros, sin embargo fingió desinterés al oír a su amigo hablar sobre “Historia
de dos ciudades”, otro de los muchos libros en su biblioteca, quiso evitar una
sonrisa pero no pudo, por suerte para el siempre andaba sonriendo. Esa noche
Gus no supo el marcador del juego y por primera vez no le importo, volvió
apurado a casa, si podía terminar un capitulo mas antes de dormir estaría
feliz.
Su primer día de trabajo desde que había empezado el
libro, ella subió al auto y el la vio como siempre, primero su pelo y continuo
con los otros rasgos que tan enamorado lo tenían, esta vez vestía de azul y
blanco, eran por casualidad los colores preferidos de su chofer, eso tenía que
ser una señal y por primera vez un sonido proveniente de la parte delantera del
auto hizo que la modelo levantara su vista.
–Es un buen libro el que llevas – Fueron las
palabras de Gustavo.
Su pasajera lo miro con desdén – ¿Así que era el
libro lo que venía mirando? Qué bueno saberlo.
La voz melódica de Giuliana encendió el pecho del
chofer en llamas, pero tratando de calmarse contesto tartamudeando.
– Jaja es-s un-n mu-muy bu-en li-libroo, yo no lo he
terminado pero me está gustando mucho – A medida que hablaba sus miedo se iba,
al igual que sus ojos, se perdía volviendo a los recuerdos de las paginas que
habían llamado su atención.
Cuando se quiso dar cuenta ya habían llegado, y en
una clara señal de que la aburría Giuliana bajo del auto casi corriendo. Lo
noto de inmediato, ella había olvidado su libro y de pronto una furia envolvió
su cuerpo, sentía que la sangre le hervía, ¿Cómo iba a bajar así? Tan
descortés, dejando incluso el libro que tanto le “gustaba”. Pero ese enojo
repentino paso rápido, ahora tenía una excusa para llamarla.
Llego a su casa y se sentó en el sillón, sostuvo el
libro en sus manos, quería llamarla, pero ¿Qué le diría? ¿Cosas lindas? No,
algo había cambiado, quizás fue su comportamiento grosero, pensaba él pero no,
sabía que no, era el libro, no debió abandonarlo así. Aun sostenía el libro y
pensaba que sentimientos rondaban en su cabeza, ya no quería llamarla, no le
interesaba si no la volvía a ver, pero ¿Por qué ya no era igual que antes? ¿Por
un libro olvidado? Él sabía que no, esto era desde antes, desde que leyó aquel
libro, eso era, eso lo cambio, se sentía traicionado por sí mismo como si una
parte de si le hubiera tendido una trampa. Entonces miro el libro otra vez, aun
en su mano, quería ponerlo en una biblioteca, si tuviera una, ¡quería una
biblioteca! Quería muchos libros, sentía deseos de leer.
Pasaron los meses y Gustavo renuncio a su empleo, ya
no le interesaba, tenía una biblioteca llena de libros, que cubría cada pared
de su casa, muchos no los había leído aun pero estaba deseoso de hacerlo. Su secreto
amor por los libros se había revelado y el no podía sentirse más feliz, o tal
vez si, tenía un nuevo sueño y no lo quiso retrasar más, ya había perdido
muchos años, Comenzó a escribir su libro y la primera oración de este fue: “El amor no siempre es ciego, a veces los
ciegos somos nosotros.”.
Corrección.
Corrección.
Necesidad de amar.
Otra vez era la misma escena, ella sentada en el
asiento trasero, el mirándola a través del espejo retrovisor, su pelo rubio,
los ojos azules que lo hipnotizaban y aquellos labios rojos que lo seducían, vestida
de plateado esta vez, para llamar más la atención, el sospechaba, como si
necesitase vestirse así… se contestaba el mismo.
El era un simple chofer, ella ni siquiera había
visto su cara y aunque pudiera hablarle no sabría de que. Eran de mundos
diferentes pero, esta vez, él tenía un plan. Ya se lo había dicho su amigo
Gerónimo “Gus, los libros hablan, ¿No me dijiste mil veces que siempre lleva el
mismo libro? Léelo y háblale de eso” Pero Gustavo, no había tocado un libro en
su vida y ese no era la excepción, pero eso cambiaria esta vez, sin dejarse
distraer por su pelo o sus ojos ¡ni por sus labios! Anoto el nombre del libro
“Historia de dos ciudades”.
Llego a su casa con el libro en las manos, lo compró
apenas salió del trabajo, lo tiro sobre la mesa, antes debía comer, termino la
pieza de pollo que tenía en la heladera de la noche anterior y sin saberlo se
armo de otra excusa, debía bañarse, estaba mugriento y la suciedad que nunca
antes lo había molestado, no lo dejaba leer. Era muy tarde para leer, pero
mañana era su día libre y podría leerlo con la tranquilidad que su amor a Giuliana
Larose, su pasajera, se merecía.
Se levanto temprano, una ansiedad no le permitía
dormir, nunca lo había sentido, una fuerte presión en el estomago que le
advertía de algo que debía hacer. Se paro abruptamente, entonces lo vio, el libro
aun sobre la mesa, no había leído la contratapa y no quiso hacerlo, había algo
en ella que le producía rechazo y decidió empezar por el principio.
Era el mejor de los tiempos, era el peor de
los tiempos, la edad de la sabiduría, y también de la locura; la época de las
creencias y de la incredulidad; la era de la luz y de las tinieblas; la
primavera de la esperanza y el invierno de la desesperación. Todo lo poseíamos,
pero no teníamos nada; caminábamos en derechura al cielo y nos extraviábamos
por el camino opuesto. En una palabra, aquella época era tan parecida a la
actual, que nuestras más notables autoridades insisten en que, tanto en lo que
se refiere al bien como al mal, sólo es aceptable la comparación en grado
superlativo.
Esa primera parte llamo mucho su atención y lo dejo
pensando, pero no satisfecho, tenía que leer mas, continuo toda la mañana y
toda la tarde, paro solo para comer y recordó el partido de básquet que tenia
con sus compañeros esa misma noche, una vez terminado el capitulo por el que
iba, se cambio y partió al encuentro.
Gerónimo lo saludo como siempre, era una buena
persona, de piel morena y ojos brillantes, que guardaba un secreto amor por los
libros, sin embargo fingió desinterés al oír a su amigo hablar sobre “Historia
de dos ciudades”, otro de los muchos libros en su biblioteca, quiso evitar una
sonrisa pero no pudo, por suerte para el siempre andaba sonriendo. Esa noche
Gus no supo el marcador del juego y por primera vez no le importo, volvió
apurado a casa, si podía terminar un capitulo mas antes de dormir estaría
feliz.
Su primer día de trabajo desde que había empezado el
libro, ella subió al auto y el la vio como siempre, primero su pelo y continuo
con los otros rasgos que tan enamorado lo tenían, esta vez vestía de azul y
blanco, eran por casualidad los colores preferidos de su chofer, eso tenía que
ser una señal y por primera vez un sonido proveniente de la parte delantera del
auto hizo que la modelo levantara su vista.
–Es un buen libro el que llevas – Fueron las
palabras de Gustavo.
Su pasajera lo miro con desdén – ¿Así que era el
libro lo que venía mirando? Qué bueno saberlo.
La voz melódica de Giuliana encendió el pecho del
chofer en llamas, pero tratando de calmarse contesto tartamudeando.
– Jaja es-s un-n mu-muy bu-en li-libroo, yo no lo he
terminado pero me está gustando mucho – A medida que hablaba sus miedo se iba,
al igual que sus ojos, se perdía volviendo a los recuerdos de las paginas que
habían llamado su atención.
Cuando se quiso dar cuenta ya habían llegado, y en
una clara señal de que la aburría Giuliana bajo del auto casi corriendo. Lo
noto de inmediato, ella había olvidado su libro y de pronto una furia envolvió
su cuerpo, sentía que la sangre le hervía, ¿Cómo iba a bajar así? Tan
descortés, dejando incluso el libro que tanto le “gustaba”. Pero ese enojo
repentino paso rápido, ahora tenía una excusa para llamarla.
Llego a su casa y se sentó en el sillón, sostuvo el
libro en sus manos, quería llamarla, pero algo había cambiado, quizás fue su
comportamiento grosero, pensaba él pero no, sabía que no. Aun sostenía el libro
y pensaba que sentimientos rondaban en su cabeza, ya no quería llamarla, quería
tomarse un tiempo estaba confundido y no sabía que quería. Entonces miro el
libro otra vez, aun en su mano, quería ponerlo en una biblioteca, si tuviera
una, ¡quería una biblioteca! Quería muchos libros, sentía deseos de leer.
Pasaron los meses y Gustavo renuncio a su empleo, ya
no le interesaba, tenía una biblioteca llena de libros, que cubría cada pared
de su casa, muchos no los había leído aun pero estaba deseoso de hacerlo. Su
secreto amor por los libros se había revelado y el no podía sentirse más feliz,
o tal vez si, tenía un nuevo sueño y no lo quiso retrasar más, ya había perdido
muchos años, Comenzó a escribir su libro y la primera oración de este fue: “El amor no siempre es ciego, a veces los
ciegos somos nosotros.”.
Elaboran un buen texto pues discurre con claridad y logra interesar al lector desde el inicio. El cambio que introducen, con respecto al borrador, es atinado y preciso; gana fuerza y credibilidad el argumento. sin embargo, resulta un tanto inverosímil el cambio del protagonista, puesto que es muy brusco cómo cambia su objeto de deseo, aunque lo intentan con algunas características de su psicología.
ResponderBorrarSi bien esto sucede con la historia, el discurso se torna un tanto explicativo y poco emotivo. falta una elaboración más atenta de lo estético, del uso "extrañado" del lenguaje, menos previsible. Narrar no es decir qué sucede sino hacer que suceda y confiar en que el lector asuma el juego, las insinuaciones, los indicios. En este sentido, repensar el título: ¿es necesario incluir "de leer"?
Esta publicación pone punto final a la actividad, pero no lo hace con el trabajo de reescritura sobre el texto, ya que, si quieren, hay mucho todavía que puede mejorar. Ojalá tengas las ganas y el entusiasmo, porque a escribir se aprende escribiendo.
Nota: 7 (siete)
Algo más: revean la tildación. Faltan muchos acentos y resulta muy molesto cómo traba la lectura el tener que reparar un tiempo verbal o persona gramatical.
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