miércoles, 7 de mayo de 2014

Mímesis - Sofía Cabanchik y Abril Rodríguez Bompas

Escuchó las sirenas del auto de policía acercándose y recién ahí fue cuando volvió a su realidad. Era una noche fría, la lluvia caía por la ventana y el viento producía un sonido estremecedor. “¿A dónde se dirigían? ¿Qué habría pasado?” eran algunas de las preguntas que pasaban por su cabeza. Fueron respondidas inmediatamente en el momento en que sonó el timbre de su casa. La policía. En ese instante atinó a mirar a su alrededor y pudo observar el rojo vivo salpicado sobre las blancas paredes. Goteaba. Reconoció aquel cuerpo que yacía a su lado inerte, era Olivia. Se le llenaron los ojos de lágrimas al ver el estado en el que estaba. Descuartizada, cada uno de sus miembros habían sido arrancados, el asesino no había tenido piedad. Pudo reconocerla gracias a que su cara era la única parte sin rastro de maltrato.
Los últimos recuerdos que tenía se relacionaban con el pasado martes. Había sido un día agotador y no tuvo mejor idea que ir a la biblioteca y elegir un libro para despejar su cabeza. Normalmente le fascinaban las historias de ciencia ficción y terror, por lo que se dirigió directamente a esa sección. Tomó el último libro de la estantería y se sorprendió al ver que era anónimo. Sus tapas completamente negras no tenían título ni autor y el relato comenzaba en la primera página sin ningún tipo de introducción. Le llamó tanto la atención que decidió llevárselo.
La historia lo atrapó fácilmente. Se trataba de una pareja que entre conflictos y reconciliaciones había generado un grado de odio que sólo era comparable con el amor que sentían el uno por el otro. El libro relataba su última pelea, que parecía la más trágica y terminante. Tomó lugar en una habitación de paredes blancas que de un segundo a otro pasaron a estar pintadas de sangre. Él, el protagonista, había tomado la drástica decisión de acabar con la vida de su amada para así terminar con el propio sufrimiento. No sólo la había asesinado sino que previamente la había torturado. Sin embargo la violencia no tardó en convertirse en dolor. Al no poder soportar una vida sin ella, colocó una pistola en su boca y jaló del gatillo.
Él se sorprendió al ver el parecido que existía entre la escena del asesinato del libro y la realidad que estaba viviendo. Observó a los policías de reojo y notó que ellos miraban sus manos. Agachó la mirada hacia ellas y pudo verlas manchadas de sangre. No comprendía. “¿Quién había asesinado a Olivia?” era la única pregunta que circulaba por su cabeza, pero la respuesta lo asustaba tanto o más que el hecho de saber que Olivia ya no estaba. Empezó a relacionar los hechos. Inclinó la vista al costado de sus temblorosas piernas y la vió, una pistola. Sabía que no hacía falta, pero igual dirigió una mirada fugaz al sillón donde se encontraba el libro. Aquel libro que marcaría su destino, responsable de esta locura que lo atormentaba. No lo dudo ni un segundo, tomó la pistola, la introdujo en su boca y el dolor se acabó para siempre.


Texto reescrito

Escuché las sirenas del auto de policía acercándose y recién ahí fue cuando volví a la realidad. Era una noche fría, la lluvia caía por la ventana y el viento producía un sonido estremecedor. “¿A dónde se dirigen?” “¿Qué habrá pasado?” eran algunas de las preguntas que pasaban por mi cabeza. Fueron respondidas en el momento en que sonó el timbre de la casa. La policía. En ese instante atiné a mirar a mí alrededor y pude observar el rojo vivo salpicado sobre las paredes. Goteaba. Un cuerpo yacía a mi izquierda, rodeado por un charco de sangre. El cuerpo estaba de espaldas y no se le veía la cara pero igualmente reconocí a mi novia. La reconocí gracias a su pelo, ese pelo tan propio y tan único, el de Olivia. Se me llenaron los ojos de lágrimas al ver cómo estaba. Muerta.

Los últimos recuerdos que tenía eran del martes pasado. Había sido un día agotador y no tuve mejor idea que ir a la biblioteca y elegir un libro para despejar mi cabeza. Normalmente me fascinaban los policiales y las historias de terror, por lo que me dirigí directamente a esa sección. Tomé el último libro de la estantería y me sorprendí al ver que era anónimo. Sus tapas eran completamente negras excepto por un pequeño dibujo en una de las esquinas. Dos personas, un hombre y una mujer, de espaldas y tomándose la mano. Sin embargo, y contrario a lo que parece, la imagen no expresaba amor sino que era bastante oscura. El pelo de la mujer era muy parecido al de Olivia y seguramente eso fue lo que determinó que finalmente me haya llevado el libro. No tenía título ni autor y el relato comenzaba en la primera página sin ningún tipo de introducción.

La historia me atrapó fácilmente. Estaba narrada en primera persona. Giraba en torno a la relación del protagonista con su novia. Éste, un adulto joven, cuenta las cosas desde su punto de vista. Una típica historia sobre problemas de pareja: él que trabaja mucho, ella que lo extraña; ella que se deja llevar por la vida, libre, él que se ve acorralado por horarios y reuniones; él siempre de traje y corbata, ella siempre con polleras largas y sueltas. A medida que pasan las páginas ella comienza a distanciarse. En un principio, muy sutilmente, muy de a poco, todo muy medido. Luego cada vez más y más, hasta que ya ni se molesta en intentar disimularlo. Él, que no había captado ninguna de las señales e indirectas que ella le había mandado (primero casi imperceptibles y luego totalmente frecuentes y notorias) cae en la cuenta demasiado tarde. Ella ya se había ido.

Lo siguen un par de capítulos en los que nunca se menciona el paradero de la chica y que cuentan cómo él había caído en una profunda depresión que le había costado su trabajo. Unos meses después terminó por echarle la culpa de su miseria a ella, ya no la extrañaba, la odiaba. Hasta ahí había llegado, todavía me faltaba leer los capítulos finales. Esperaba que la historia diera un giro de 360°porque el libro lo había sacado de la sección de policiales y terror y todavía no veía ningún indicio que indicará que efectivamente estaba ubicado en el lugar correcto y que ningún bibliotecario aburrido o simplemente distraído lo había puesto allí por equivocación.

Recordé algo más. Una imagen de Olivia agarrando el libro y comenzando a leerlo (aprovechó que yo me distraje con un partido de fútbol y dejé el libro sobre la mesa).

Abrí a los policías. No comprendía, estaba mareado y no lograba tranquilizarme. Me caían gotas de sudor por la frente, la nuca, la espalda. Mis manos húmedas con suerte podían agarrar el picaporte sin que se me resbalara. No me cerraba nada. ¿Quién había asesinado a Olivia? ¿Cómo los policías se habían enterado de lo ocurrido, si el único que podría haberlos llamado era yo y yo no lo había hecho?

Observé a los policías de reojo y noté que ellos miraban mis manos. Agaché la mirada hacia ellas y pude verlas manchadas de sangre. No podía ser. No.  Mire el cuerpo de Olivia. Tenía puesta una pollera. Ella no solía usar polleras. Haciendo caso omiso a las órdenes de los policías que me indicaban no moverme me fui acercando y, tratando de ahuyentar el pánico y el dolor que esto me producía, di vuelta el cuerpo. Éste quedó mirando para arriba. No era Olivia. No era nadie que yo conociera y nunca en mi vida había visto esa cara. ¡Pero tenía el pelo tan parecido al de Olivia! La felicidad que me produjo saber que Olivia no había muerto me duró apróximadamente medio segundo, Después centré mi mirada en la pollera y entendí. No era posible. Corrí al baño, me paré frente al espejo y me miré ¿quién era ese hombre de traje y corbata que me devolvía la mirada a través del vidrio? Parpadeé y el hombre de traje y corbata parpadeó, me moví y el hombre de traje y corbata se movió. Miré nuevamente a mí alrededor. No iba a hacer falta terminar de leer el libro, ya sabía el final.

1 comentario:

  1. Hacen un buen trabajo, ya que construyen una historia clara y bien escrita, aunque no logra conmover porque resulta muy previsible. Poco creíble que el libro lo lleve repentinamente a convertirse en un asesino. Todavía falta trabajo sobre el protagonista y sus motivaciones para actuar de esta manera inexplicable. Si les dan ganas y les interesa, espero la nueva versión.
    A escribir se aprende escribiendo.
    Nota: 7

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