MICRORRELATOS.
Relatos míninos. Lucas Goloboff y Dylan Bredeston.
El tiempo
Soledad, miedo, angustia. Un vaso de vodka en la mesa,
con unos tranquilizantes. Ingiere todo el frasco en un segundo y los baja con
ese fuerte licor ruso. Dos horas después sigue de pie sin ningún tipo de
cambio. Desesperado, toma la botella y bebe todo el líquido transparente. No
entiende por qué no puede morir. Enloquece y busca el viejo revolver de su
padre. Apunta a su cabeza y
dispara. Piensa que el arma no se
disparó y se fija si estaba cargada. Sólo tenía cinco balas. Una ya había sido
disparada. Se mira en el espejo y ahí tenía ese gran hoyo entre sus ojos.
Siente hambre y decide ir a la panadería a conseguir algo que lo satisfaga. En
la calle lo miran raro. Llega al local,
saluda a todos y una señora, sorprendida, le pregunta ¿qué le pasó? A eso responde: no me llegó la hora aún.
Dylan Bredeston
La competencia
Duda y certeza, seguridad y temor. Eso sintió el Sr Zeta al entrar al
apartamento de su colega, el Sr. Selva. La oscuridad, su gran enemiga. Silencio
y miedo. Balazo, plomo y al río.
Lucas Goloboff
Algún
Algún borracho comía,
distraído, espinaca. Fácilmente garantizó hacer intenso jugo de kiwi lastimoso.
Mal notó obstinado: ¿Por qué rozó su túnica únicamente? Volvieron Waldo, Xacon
y Yole Zapata.
Dylan Bredeston
El viaje
Zulma y Ximena Webber
viajaron una tarde soleada. Recordaron que Pepe o Ñato necesitaban matar los
koalas. Jamás imaginaron horrible gran faena. Ese día, culminaron bailando
amistosamente.
Lucas Goloboff
La confusión
Camina por el desierto media
hora, buscando ayuda después de que sus amigos lo abandonaran. Encuentra un
oasis con mucha gente. Ahí en el borde de la muerte logra hidratar su cuerpo.
Al terminar, intenta interactuar con un hombre que le dice que no se preocupe
de nada, que ya está en el paraíso. A eso, el desconocido se presenta con el
nombre de Jesús.
Dylan Bredeston
El hartazgo
Estoy harto de mi familia, de
mis hijos que no valoran lo que tienen y de mi esposa que me engaña con mi
secretaria. Me iré para siempre, ni
siquiera necesitan mi dinero, ya los mantiene mi odioso suegro. Y estoy harto
de que me digan cómo vestir y cómo comportarme. Me iré a vivir a un país donde
no puedan encontrarme. Me cambiaré el nombre y no dejaré que nadie me vuelva a
dominar. Soy el dueño de mi destino y el capitán de mi alma.
Lucas Goloboff
La confesión
Era obvio que la íbamos a
matar. Esa mujer mandona y agresiva, que
simula ser un amor, hace que todo el mundo crea sus mentiras. Nosotros
trabajamos diez horas en la mina de diamantes y ella se lleva el sesenta por ciento
de las ganancias cuando no hace más que comer manzanas. Muchos pensaran que la
mató esa anciana pero la verdad es que nosotros pusimos esa manzana envenenada
en el canasto.
Dylan Bredeston
La inversión
No entiendo. Hay un caso sin
resolver. Conozco al culpable, lo he
estado buscando hace tanto tiempo que ahora que sé quien fue mi vida no tendrá
más sentido. Invertí mucho más tiempo en
mi trabajo que en mi vida, aunque ahora comprendo que mi vida es mi trabajo, y
si termino con mi trabajo, termino con mi vida. Ahí está mejor.
Dylan Bredeston
El destino
Ella salió de su casa y
recorrió calles, bocacalles, ochavas y mil locales de ropa elegante y a las
nueve y veinte minutos llegó a la esquina de Santa Fe y Callao.
El salió de la suya y recorrió calles, bocacalles,
ochavas y mil locales de ropa elegante y a las nueve y veinte minutos llegó a
la esquina de Santa Fe y Callao.
Ella y él, nunca se vieron, ni se registraron, ni
siquiera tuvieron la intención de hacerlo.
El destino es así, junta, pero no une...
Lucas Goloboff