martes, 17 de noviembre de 2015

Ariel Viñales

Prólogo

Estos poemas en general hablan sobre el olvido, una palabra que significa perder algo, algo que podría ser importante pero que no puede volver a tu memoria.




Ojalá que cuando mueras, todas las personas que quisiste se olviden de vos,
que ni siquiera sepan que exististe,
que no haya un recuerdo que te mantenga vivo,
que tu vida haya sido un desperdicio,
que sepas de esto en tus últimos minutos de vida
y que al final vos mismo te cuestiones si en verdad exististe.



Hay tres caminos, misteriosos, oscuros, solitarios.
Hay dos personas asustadas y dudosas.
Hay uno solo que saldrá del laberinto
 y uno que quedará en el olvido.



Ella lo había olvidado,
lo había dejado en el pasado.
Él no la quería olvidar
pero ya el pasado lo había dejado atrás.



Por favor, ríe hasta que te quedes sin voz.
Hasta que te quedes sin oxígeno.
Hasta que te duela la garganta.
 Hasta que te duela la cara.
Hasta que tus pulmones se tuerzan.
Hasta que tu estómago reviente.
Incluso ríe cuando las desgracias lleguen,
 porque siempre hay un motivo para reír.



Se observan, se atraen, se conocen,
se enamoran, se sueñan, se contradice,
se mienten, se pelean, se desconocen,
se despiden, se separan, se olvidan.



Poco a poco los recuerdos se van borrando.
Mantenerlos cuesta tanto.
Poco a poco las imágenes se van desenfocando.
Enfocarlas cuesta tanto.
Solo queda la niebla esfumándose poco a poco.



Al llegar a su casa se había dado cuenta
de que algo se le había perdido.
Pero no sabía si era importante
o si así lo había querido.              
La duda la hizo buscar y buscar
pero de nada sirvió,
nunca lo iba a encontrar.
Pues, un recuerdo que queda olvidado
es un recuerdo ya eliminado.




Cuanto más crezco,
más recuerdos se me van desprendiendo.
Como un árbol al que se le caen las hojas,
como un viejo al que se le cae el pelo.
Siento que mi mente está incompleta,
que le faltan recuerdos que le den coherencia.
Pero en cada primavera,
mi árbol reverdece de recuerdos.



El sonido melifluo que desprendía el instrumento agraciado,
me hacía recordar cosas que había dejado en el pasado.
La imagen que me transmitía la melodía
era la de una persona con los colores apagados,
observando una aurora,
en la completa oscuridad.


Ariel Viñales


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