viernes, 4 de julio de 2014

Esperanza

En una mañana de domingo me desperté sobresaltado. Había tenido el mismo sueño de siempre. En este sueño siempre soñaba que encontraba a mi hermano o como hubiera sido mi vida con él.
Hace treinta y cuatro años atrás, cuando yo tenía once años, Argentina estaba en una época de miedo provocado por los militares que habían derrocado a la presidenta de ese momento. Aunque estábamos en un periodo de miedo y tristeza, mis padres me habían dicho que iba a tener un hermano y esta idea me había emocionado mucho, ya que siempre había querido tener un hermano.
Gracias a esto ya no estábamos tan tristes por la desaparición de un amigo muy cercano a nosotros llamado Pablo. Muchas veces se quedaba a cenar en nuestra casa, charlando con mis padres hasta muy tarde pero, de un día para otro, desapareció sin dejar rastros. Mis padres ya sabían que habían sido los militares pero no podían hacer nada, si no hubieran terminado igual. Pablo era escritor y cuando publicó una nota para un diario los militares lo fueron a buscar y no se lo volvió a ver nunca más. Era una época donde un amigo, familiar, compañero,  podía desaparecer de un día para otro. La libre expresión estaba prohibida por los dictadores, entonces, por ejemplo, si un escritor publicaba una nota en contra de los militares, como el caso de Pablo, lo desaparecían y lo mataban. Nosotros lo extrañábamos pero con la idea de un hermano para mi, estábamos menos tristes.
También después supe que se robaron muchos bebes de varias familias para luego llevarlos a una pareja de un militar y su esposa, o darlos en adopción. Desafortunadamente una de esas familias fue la nuestra.
Un día a la mañana llegó el momento esperado. Mi papá llevó a mi mamá al hospital para que naciera mi hermano y yo me había quedado al cuidado de mi abuelo Juan. Mis papás me habían dicho que iba a ser un varón. Como estaba muy emocionado con esto, me preguntaron qué nombre quería que tuviera mi hermano y yo les había dicho que me gustaba el nombre de Guillermo. Así que se decidió que de esa manera íbamos a llamar a mi hermano menor, que nunca pude conocer.
Ese día en el que mis papás fueron al hospital, yo fui a la escuela emocionado por conocer a Guillermo cuando volvieran. Cuando salí de la escuela, vi a mi abuelo que me estaba esperando. Al saludarlo, noté que tenía una cara de preocupación, entonces le pregunté porque estaba así y él me dijo que no tenía ninguna noticia de mis padres, que mi papá no lo  había llamado.
Cuando me lo dijo sentí  el presentimiento de que algo malo había pasado pero intentaba no darle mucha importancia a eso. Así que me quedé en mi cuarto haciendo la tarea y esperando a mis padres. Las horas pasaban, ellos no volvían y el abuelo estaba cada vez más preocupado, y yo ya estaba pensando en lo peor.
Yo seguía haciendo la tarea cuando de repente sonó el timbre. Salí corriendo de mi habitación, emocionado, pensando en que al final no les había pasado nada malo pero, al llegar a la puerta, toda esa alegría se fue. Era un señor que dijo ser un compañero de trabajo de mi padre, y que tenía que decirnos algo.
Mi abuelo, al ver la cara de preocupación del hombre se dio cuenta de que era importante lo que nos tenía que decir y lo dejó pasar. El hombre nos dijo que había visto que los militares habían secuestrado a mis padres. Nos dijo que estaba yendo al supermercado para comprar algo y había visto a mis padres en el auto, y  también había unos oficiales al lado que les estaban diciendo algo. De repente los hicieron salir, los agarraron y se los llevaron adentro del auto de ellos y se fueron.
Al escuchar esto mi abuelo y yo nos pusimos a llorar. De alguna manera ya presentíamos que los militares nos habían sacado para siempre a mis padres porque ya se sabía que el que desaparecía no iba a volver a aparecer nunca más, dejaba de existir. Pero eso no era lo único que me habían sacado. También me habían sacado la oportunidad de conocer a mi hermano menor, de vivir una vida con él.
Cuando me enteré de lo de mis padres intentaba olvidarme de Guillermo porque pensaba que no lo volvería a ver nunca más. Pero desde esa época empecé a tener el mismo sueño que hoy se había repetido y no me lo podía sacar de la cabeza.
 Yo seguía triste porque la dictadura me había arrebatado todo lo que más quería en el mundo, pero, unos años después un amigo me dijo que habían encontrado dos chicas que habían sido secuestradas durante la dictadura. De esta manera, supe que existía un grupo de abuelas que buscaban a los nietos desaparecidos. Entonces me acerqué a ellas para pedirles ayuda. Así empecé a tener la esperanza de encontrar a mi hermano.

Hay días en que pienso que nunca voy a volver a ver a Guillermo porque me parece imposible encontrarlo. Pero las abuelas de plaza de Mayo me devuelven esa esperanza cada vez que encuentran a un nieto desaparecido. Mi hermano podría ser el próximo. Por eso intento nunca perder la esperanza. 

Ariel Viñales 4to. 1ra.

1 comentario:

  1. Ariel: ¿Cómo interviene tu imaginación en la elaboración de esta historia? ¿Cuál es la transformación de la realidad que te propusiste al escribirla? Tu texto presenta una visión muy conocida de la dictadura, mucha información y poco trabajo para el lector que recibe todo tan masticado que no se siente involucrado. Desde el comienzo, en cuanto ubicamos el conflicto, ya sabemos qué va a pasar; nada sorprende o conmueve, pues no hay tensión y los hechos se desarrollan de manera previsible.
    Repensar que no toda narración es un cuento. No elaborás el discurso ni incorporás rasgos propios de la literatura para hacer una narración ficcional.
    Si el que narra es el adulto, deberías trabajar la voz y la perspectiva porque parece el niño y no el hombre que recuerda.
    Rever tiempos verbales, puntuación, repeticiones y ortografía.
    Nota: 6

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