domingo, 6 de julio de 2014

Faraón querido

Estoy contando esto porque no tengo idea de lo que me sucede, me siento muy enfermo, tan enfermo que en este estado me es casi imposible dictar a mi escriba lo que tiene que plasmar en el papiro. Fui un faraón estupendo, según mis consejeros. Me dicen que los súbditos me tienen mucho aprecio, tanto que construyeron la pirámide más grande de todo Egipto como muestra de la devoción que me tienen. Tardaron 2 años en levantarla, trabajando día y noche sin descanso.
 A pesar de mi reinado deslumbrante esta vida no me ha favorecido, ya que por causas que no llego a comprender, estoy acostado con mucho dolor. Espero que en mis otras vidas mi existencia sea más grata.
La vida de un faraón es más complicada de lo que parece. Paso mucho tiempo para que me maquillen y para estar bien elegante, mis extravagantes ropas y alhajas de oro pesan demasiado. Me es muy difícil vivir así aunque por elección divina es lo que tengo que hacer. Acepto con felicidad las muchas ofrendas que me dan con alegría mis súbditos queridos y los escucho desde mi trono, mi lugar de descanso. Oigo gritos de lamentos y llantos por mi inminente muerte aunque las voces se van haciendo cada vez más lejanas para mí. Mis consejeros dicen que son lamentos porque el faraón más grandioso de esta dinastía está sufriendo.
Todos los días al despertarme mi rutina era siempre igual me maquillaba y salía a cazar con mi hijo, que era mi más grande diversión y pasatiempo, después de mi grato día iba a mi palacio y me esperaba un festín digno de Ra que compartía con mi esposa e hijo.
 Un día normal como cualquier otro me desperté cansado y con dolores de cabeza, pensé que no era nada y no le di importancia porque esa noche no había podido dormir bien, así que me levanté. Cuando lo hice sentí mi cuerpo pesado, como si fuera de plomo, nunca me había dolido tanto la cabeza, y el dolor aumentaba mientras me levantaba. Hice llamar a mis maquilladores para que hagan lo suyo y partí del palacio. Cuando estaba cazando no me podía concentrar, era una sensación que nunca había experimentado, como no estaba apto para cazar me volví. Como de costumbre me esperaba un banquete pero no tenia apetito asique, aunque era temprano, fui directo a mi cuarto para acostarme en mi recamara e intentar dormir.
 El dolor de cabeza que tenía era insoportable. Al día siguiente los síntomas empeoraron, preocupado por esto hice llamar a los médicos uabu-sekhmet. Ellos al no encontrar una causa me dijeron que probablemente un dios se había enojado conmigo y me había hecho una maldición, que solo se rompería si le daba tributos a Sejmet, la diosa de la curación. Quede atónito, no lo podía creer porque no había hecho nada malo como faraón, entonces mandé a llamar a médicos de regiones cercanas. Cada uno me dio una opinión diferente pero nadie me pudo dar una respuesta y mucho menos una cura. Mi situación empeoró, cada vez podía ocuparme menos del reino y esto me molestaba, otra cosa que tuve que dejar de hacer fue cazar y asistir a banquetes.
Mi rutina ahora habia cambiado ,consistía en que todas las mañanas llegaran mis asistentes a maquillarme y prepararme para las visitas que recibiría durante el día. En este último tiempo recibí muchas visitas de familiares, sacerdotes y más médicos, que no se daban por vencidos e intentaban buscar la causa de mi enfermedad. Los días se hacían cada vez más largos y aburridos, ya que al no poder dormir durante la noche por los síntomas que tenía, me quedaba despierto. El ultimo medico que me vio me dijo que estaba al borde de la muerte, que ya no tenía esperanza de vida .Así que decidí empezar a disfrutar los últimos días que me quedaban a pesar de mi estado. Aproveché todas las mañanas siguientes para trasmitirle los conocimientos legendarios que me había pasado mi padre en el pasado a mi hijo, pero mi enfermedad avanzaba cada vez más rápido y poco a poco mi vida se escapaba de mí. También decidí llamar a mi escriba para dejar esta historia por escrito.
 Cuando ya sentía que no tenía más fuerzas para vivir decidí leer la historia que le había pedido que escriba. Mientras la leía me llevé una gran sorpresa, vinieron mis asistentes con el último médico. Él había venido de un pueblo muy lejano y decía conocer la causa de mi enfermedad. Me revisó, de a momentos perdía el conocimiento, lo que indicaba que estaba en mis últimos momentos de vida. Por fin, luego de esperar unos largos veinte minutos, el médico dijo que lo que tenía era un simple envenenamiento provocado por el maquillaje que usaba. Este tenía grandes cantidades de plomo, por lo que no debían ser usados en exceso. En ese momento nadie dijo una sola palabra. Con la mirada del médico entendimos que no quedaba nada que hacer… ya estaba muerto.

Mario Di Cola

1 comentario:

  1. Mario: la idea es interesante y atrae por lo que promete en el inicio, sin embargo, no cumple con lo que se insinúa y se vuelve incoherente. ¿Qué historia cuenta el faraón? Su "dictado" se limita a su enfermedad, asunto conocido por los que lo rodean. ¿Qué justifica su necesidad de dejar por escrito los días previos a su muerte? ¿Cómo puede continuar después de muerto? El tono de voz y las reflexiones no resultan muy creíbles para un dios en la tierra.
    Rever puntuación, párrafos, tiempos verbales, repeticiones innecesarias.
    Nota: 6

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