Estoy contando esto
porque no tengo idea de lo que me sucede, me siento muy enfermo, tan enfermo
que en este estado me es casi imposible dictar a mi escriba lo que tiene que
plasmar en el papiro. Fui un faraón estupendo, según mis consejeros. Me dicen
que los súbditos me tienen mucho aprecio, tanto que construyeron la pirámide más
grande de todo Egipto como muestra de la devoción que me tienen. Tardaron 2
años en levantarla, trabajando día y noche sin descanso.
A pesar de mi reinado
deslumbrante esta vida no me ha favorecido, ya que por causas que no llego a
comprender, estoy acostado con mucho dolor. Espero que en mis otras vidas mi
existencia sea más grata.
La vida de un faraón es más complicada de lo que
parece. Paso mucho tiempo para que me maquillen y para estar bien elegante, mis
extravagantes ropas y alhajas de oro pesan demasiado. Me es muy difícil vivir
así aunque por elección divina es lo que tengo que hacer. Acepto con felicidad
las muchas ofrendas que me dan con alegría mis súbditos queridos y los escucho
desde mi trono, mi lugar de descanso. Oigo gritos de lamentos y llantos por mi
inminente muerte aunque las voces se van haciendo cada vez más lejanas para mí.
Mis consejeros dicen que son lamentos porque el faraón más grandioso de esta
dinastía está sufriendo.
Todos los días al despertarme mi rutina era siempre
igual me maquillaba y salía a cazar con mi hijo, que era mi más grande
diversión y pasatiempo, después de mi grato día iba a mi palacio y me esperaba
un festín digno de Ra que compartía con mi esposa e hijo.
Un día normal como
cualquier otro me desperté cansado y con dolores de cabeza, pensé que no era
nada y no le di importancia porque esa noche no había podido dormir bien, así
que me levanté. Cuando lo hice sentí mi cuerpo pesado, como si fuera de plomo,
nunca me había dolido tanto la cabeza, y el dolor aumentaba mientras me
levantaba. Hice llamar a mis maquilladores para que hagan lo suyo y partí del
palacio. Cuando estaba cazando no me podía concentrar, era una sensación que
nunca había experimentado, como no estaba apto para cazar me volví. Como de
costumbre me esperaba un banquete pero no tenia apetito asique, aunque era
temprano, fui directo a mi cuarto para acostarme en mi recamara e intentar
dormir.
El dolor de cabeza que tenía era insoportable. Al día siguiente los
síntomas empeoraron, preocupado por esto hice llamar a los médicos
uabu-sekhmet. Ellos al no encontrar una causa me dijeron que probablemente un
dios se había enojado conmigo y me había hecho una maldición, que solo se rompería
si le daba tributos a Sejmet, la diosa de la curación. Quede atónito, no lo
podía creer porque no había hecho nada malo como faraón, entonces mandé a
llamar a médicos de regiones cercanas. Cada uno me dio una opinión diferente
pero nadie me pudo dar una respuesta y mucho menos una cura. Mi situación
empeoró, cada vez podía ocuparme menos del reino y esto me molestaba, otra cosa
que tuve que dejar de hacer fue cazar y asistir a banquetes.
Mi rutina ahora habia cambiado ,consistía en que todas las mañanas llegaran mis asistentes a maquillarme y
prepararme para las visitas que recibiría durante el día. En este último tiempo
recibí muchas visitas de familiares, sacerdotes y más médicos, que no se daban
por vencidos e intentaban buscar la causa de mi enfermedad. Los días se hacían
cada vez más largos y aburridos, ya que al no poder dormir durante la noche por
los síntomas que tenía, me quedaba despierto. El ultimo medico que me vio me
dijo que estaba al borde de la muerte, que ya no tenía esperanza de vida .Así
que decidí empezar a disfrutar los últimos días que me quedaban a pesar de mi
estado. Aproveché todas las mañanas siguientes para trasmitirle los
conocimientos legendarios que me había pasado mi padre en el pasado a mi hijo,
pero mi enfermedad avanzaba cada vez más rápido y poco a poco mi vida se
escapaba de mí. También decidí llamar a mi escriba para dejar esta historia por
escrito.
Cuando ya sentía que no tenía más fuerzas para vivir decidí leer la
historia que le había pedido que escriba. Mientras la leía me llevé una gran
sorpresa, vinieron mis asistentes con el último médico. Él había venido de un
pueblo muy lejano y decía conocer la causa de mi enfermedad. Me revisó, de a
momentos perdía el conocimiento, lo que indicaba que estaba en mis últimos
momentos de vida. Por fin, luego de esperar unos largos veinte minutos, el
médico dijo que lo que tenía era un simple envenenamiento provocado por el
maquillaje que usaba. Este tenía grandes cantidades de plomo, por lo que no
debían ser usados en exceso. En ese momento nadie dijo una sola palabra. Con la
mirada del médico entendimos que no quedaba nada que hacer… ya estaba muerto.
Mario Di Cola
Mario: la idea es interesante y atrae por lo que promete en el inicio, sin embargo, no cumple con lo que se insinúa y se vuelve incoherente. ¿Qué historia cuenta el faraón? Su "dictado" se limita a su enfermedad, asunto conocido por los que lo rodean. ¿Qué justifica su necesidad de dejar por escrito los días previos a su muerte? ¿Cómo puede continuar después de muerto? El tono de voz y las reflexiones no resultan muy creíbles para un dios en la tierra.
ResponderBorrarRever puntuación, párrafos, tiempos verbales, repeticiones innecesarias.
Nota: 6