Me había criado cerca de Munich. Era 1932 y mi país todavía sentía
vergüenza de haber sido derrotado en la Guerra Mundial. Ese mismo año, los
nazis llegaron al poder, prometiendo que tendríamos una mejor vida.
Yo veía como todos en mi colegio estaban contentos con la llegada de
este partido político, sin embargo en mi familia sucedía todo lo contrario.
Despreciaban al nuevo gobierno, al punto que tuvimos que escapar de Alemania.
En ese entonces, yo pensaba que era por eso que nos habíamos mudamos.
Habían pasado ya diez años desde que vivíamos en Praga. Tenía 16 años,
era muy joven todavía pero podía ver que algo extraño estaba ocurriendo en las
calles de mi ciudad. Varios amigos míos habían desaparecido sin saber donde
estaban, al igual que mi madre. Cuando le preguntaba a mi padre que había
pasado con toda esa gente que conocía lo único que sabía responderme, era que
nunca los volvería a ver.
Una tarde falté al colegio, junto con mi hermana menor, de doce años.
Salimos a caminar por una plaza, cuando de repente vimos un camión. Enseguida le
dije que se escondiera detrás de un edificio. Me acerqué a preguntar qué era lo
que necesitaban y si los podía ayudar en algo, ya que me era raro ver ese tipo
de cosas por el barrio. Su respuesta fue una pregunta, mi nombre y todos mis
datos. Al negarme a dárselos me acorralaron y me apuntaron con un arma, por lo
que se los tuve que decir. Luego de eso me sedaron y nunca más volví a ver a
mis seres queridos.
Al despertar estaba en un lugar, que no podía reconocer. En este había
varias camas y muchas personas acostadas en ellas. Podría decir que estaban
hechas como para quince ocupantes, pero había cincuenta recostados en cada una.
No conocía a nadie, sin embargo una señorita de aproximadamente mi edad, se me
acercó y me preguntó si me encontraba bien. Su nombre era Judith. No tenía una
belleza inigualable pero me llamó mucho la atención. Ella me explicó donde
estábamos, sin embargo yo no terminaba de comprender la situación.
Había pasado una semana desde que había llegado a este espacio sin
ninguna luz, mi única amiga era aquella joven que había conocido el día en el
que llegué. Nuestros días eran siempre iguales, no cambiaban mucho. Nos
despertaban temprano y prácticamente nos quedábamos encerrados en la barraca
todo el día, excepto cuando teníamos que limpiar los pisos o alguna otra cosa.
No teníamos permitido ducharnos todos los días, había un día en específico en
el que nos llevaban.
Con Judith por lo general nos sentábamos en el piso, cerca del lavabo y
alejados de las camas diminutas, llenas de gente. Ella me contaba sobre su vida, su familia y amigos,
como llegó a allí y otras. Pude conocerla en algunos aspectos, y esos eran de
mi agrado. Por mi lado, yo le contaba como había dejado a mi pequeña hermana
sola y que temía por lo que le había pasado. También hablábamos de nuestro
futuro, aunque no creíamos poder tener uno. Ella me decía que si lograba
escapar recorrería el mundo junto a mí. Ese era nuestro sueño, que nunca
pudimos cumplir.
Un domingo nos llamaron para bañarnos, como los baños estaban divididos entre mujeres y varones nos tuvimos que separar. Al llegar mi turno de meterme debajo del agua, ésta estaba helada por lo que solo estuve allí unos segundos. Al salir del cuarto de las duchas vi que Judith estaba siendo golpeada por un hombre. Cuando vi esa imagen, automáticamente salí corriendo para ayudarla. Pero todo empeoró a partir de ese momento.
Un domingo nos llamaron para bañarnos, como los baños estaban divididos entre mujeres y varones nos tuvimos que separar. Al llegar mi turno de meterme debajo del agua, ésta estaba helada por lo que solo estuve allí unos segundos. Al salir del cuarto de las duchas vi que Judith estaba siendo golpeada por un hombre. Cuando vi esa imagen, automáticamente salí corriendo para ayudarla. Pero todo empeoró a partir de ese momento.
Como intenté defender a una amiga, fui considerado peligroso y me encerraron
a un cuarto para mí solo. Este no tenía ni cama, solo una ventana diminuta en
la que apenas entraba luz. Aunque no me arrepentía de haber intentado ayudar a
mi compañera, sí hubiera deseado que no me hubiese pasado nada.
Dos veces al día, mi mejor amiga, me iba a visitar y hablábamos por mí
el único lugar que podíamos, un hoyo en la pared. Cuando podía me llevaba
comida y agua. A veces me contaba las cosas terribles que sucedían y como
fueron desapareciendo algunos de nuestros conocidos. Ella estaba asustada,
creía que en poco tiempo ya no estaría más con vida.
Así habían pasado meses. Había empezado a tener sentimientos que iban
más allá de una simple amistad con Judith. No estaba seguro si ella sentía lo
mismo, de igual manera lo nuestro era imposible. Yo vivía encerrado en una habitación
pequeña y ella con montones de personas. Nunca podría pasar nada.
Luego de un tiempo, hubo varios días en los que la joven se ausentaba y
no estaba conmigo. Esos días me preocupaba pero después ella volvía y todo
estaba bien. Un día me contó que había conocido a un chico de su edad y que
estaba enamorada. Eso me rompió el corazón pero no había nada que pudiera
hacer. Ya estaba acostumbrado a la soledad.
Judith se ausentó por semanas y ante la angustia de no verla logré
escapar. Al salir de ese sombrío lugar en el que me encontraba, pude observar
una persona tirada en el pasto. Al acercarme vi que ese era el cuerpo de mi
amada, sin vida. Me quedé por unos instantes en estado de shock sin poder
reaccionar y me prometí que tan pronto como pueda haría justicia por ella y por
todas las muertes injustas. Indira Hojman Goren
Me había criado cerca de Munich. Era 1932 y mi país todavía sentía vergüenza de haber sido derrotado en la Guerra Mundial. Ese mismo año, los nazis habían llegado al poder, prometiendo que tendríamos una mejor vida.
En el colegio, al que asistía, todos manifestaban estar contentos, sin embargo en el seno de mi familia sucedía todo lo contrario. Yo era muy joven todavía pero podía percibir que algo fuera de lo común y no muy bueno, estaba sucediendo en mi ciudad. Deje de ver a varios amigos, sin saber en donde estaban, habían desaparecido. Las veces que le pregunté a mi padre sobre lo ocurrido con toda esa gente, lo único que sabía responderme era, que nunca los volvería a ver.
Una tarde de otoño, junto con mi hermana menor nos ausentamos en el colegio, por lo que aprovechamos para dar un paseo. Al llegar a la plaza, nos sorprendió la presencia de un camión, sentí un fuerte temor y envié a mi hermana a esconderse. Respiré profundamente y me acerqué a preguntar qué era lo que sucedía y si los podía ayudar en algo. No era habitual la presencia de ese tipo de vehículo por mi barrio. La respuesta se transformó en una especie de interrogatorio, preguntaron por mi nombre y todos mis datos. Al negarme a ello, me acorralaron y apuntaron con un arma, hasta que finalmente accedí. Luego de eso, recuerdo solamente un pinchazo antes de desvanecerme, nunca más volví a ver a mis seres queridos.
Al despertar estaba en un lugar, que no podía reconocer. Estaba repleto camas, si así pueden llamarse, una pegada a la otra y una sobre la otra, con muchas personas en ellas. Podría decir que había lugar para quince personas, pero eran cincuenta, conmigo cincuenta y uno. No conocía a nadie, sin embargo una chica, de aproximadamente mi edad, se acercó de forma muy amable e intentó consolarme. Su nombre era Judith, con mucha paciencia, me explicó donde estábamos, sin embargo yo no terminaba de comprender donde estaba, ni que sucedería.
Pasado una semana desde que había llegado a este espacio, sin luz alguna, mi única amiga era aquella joven que había conocido el día en el que llegué. Nuestros días eran siempre iguales, no cambiaban mucho. Nos despertaban temprano y prácticamente nos quedábamos encerrados en la barraca todo el día, excepto cuando teníamos que limpiar los pisos o alguna otra cosa. Eso no me molestaba tanto, pero no teníamos permitido ducharnos todos los días, había un día específico para ella. Eso era lo que más detestaba.
Con Judith por lo general nos sentábamos en el piso, cerca del lavabo y alejados de las camas diminutas, llenas de gente. Ella me contaba como era su vida antes de llegar a ese lugar, sobre su familia y sus amigos. Pude conocerla en muchos aspectos, y eso me daba tranquilidad. Por mi parte, le contaba como había dejado a mi pequeña hermana sola y que temía por lo que le hubiera pasado. También nos gustaba imaginar nuestro futuro, aunque temíamos no poder tener uno. Ella solía decir que si lográbamos escapar quería recorrer el mundo junto a mí. Ese era nuestro sueño compartido, la forma de escapar a nuestra realidad, aunque nunca lo pudimos cumplir.
Un domingo nos llamaron a las duchas, como éramos muchas, ella fue en la primera tanda y yo quede esperando. Mi turno llegó mucho tiempo después, camino a las duchas, vi que Judith estaba siendo golpeada. Al ver esa situación, corrí e intenté ayudarla. Todo empeoró a partir de ese momento, fui considerada peligrosa y me encerraron en un cuarto aislada. No tenía cama y había una pequeña rendija por la que apenas entraba luz.
Dos veces al día, Judith, me iba a visitar y hablábamos por el único lugar posible, la hendidura. A veces me contaba las cosas terribles que seguían sucediendo y como fueron desapareciendo algunos de nuestros conocidos. Ella me contaba todo asustada, creía que en poco tiempo la llevarían a ella. Eso me hizo asustar y pensar en lo que sería de mi sin ella y sinceramente en aquel tiempo no podía imaginar mi vida sin mi amiga.
Pasaban los meses y con Judith nos comunicábamos como lo habíamos hecho desde el momento que fui encerrada. Ya no era solo mi amiga, sino que era mi hermana. Era como la hermana que había perdido el día que llegue a este espantoso lugar. Mi vida había perdido sentido para esa época, y Judith cada vez me visitaba menos. Tenía miedo que hubiese conocido a otra persona que la haga sentir mejor que yo.
Al cabo de unos días en los que Judith no daba rastros de vida, por fin me fue a visitar. Al instante que la vi supe que algo en ella había cambiado. Ella había encontrado el amor, ya no era la misma. Ahora soñaba con irse de este lugar pero no conmigo, sino que con Tomas. Mi corazón paró al momento que escuche sus nuevos planes, estaba muy enojada y le dije cosas muy feas, como que no la quería volver a ver. Esa parte se la tomó literal y nunca más volvió.
Ya había pasado tiempo desde que estaba sola, nunca pude determinar el tiempo ya que no veía ni la luz del día. Mi furia aumentaba cada vez más y no solo con mi única amiga, sino que también con las personas que me habían puesto cautiva. Planeaba mis días, o noches, no estoy segura del momento en el que lo hacía, pero en fin, lo único en lo que pensaba además de la traición era en como salir de allí. Había pensado en escarbar un agujero en el suelo pero no tenía como. Luego se me ocurrió una magnifica idea, en el momento que me sacarán para que me castiguen, lucharía y correría. Así lo lograría.
Había llegado el día en el que me sacarían para torturarme y yo ya había ideado mi plan. En el momento que los guardias llegaron, dejé que me llevarán fuera del cuarto hasta el aire libre. Ver tanta luz fue algo hermoso y doloroso para mis ojos. El tiempo había llegado y tenía que pelear. Cuando intentaron meterme en otra habitación me negué y empece a lastimar a todo aquel que intentara herirme. La verdad es que aunque en aquel entonces pensaba que sola lo lograría no era así, sin la ayuda de Judith que apareció en el momento justo, nunca lo hubiese logrado.
Judith se quedó conmigo pidiéndome perdón mientras me ayudaba con los guardias. Lo que yo no sabía en ese momento es que luego de su sincera disculpa yo debería tomar una decisión que cambiaría todo. Mi amiga, mi hermana, logró distraer a todos los guardias dándome el lugar para huir mientras ella se quedaba presa en aquel lugar. Al momento de poder huir no pensé en las consecuencias y en lo que podría pasar a ella, en lo único que pensé fue en mi.
Cuando ya estaba a unos cien metros de todos me dí cuenta que la persona que más apreciaba en el mundo no estaba conmigo y podía ver como estaba siendo asesinada por las personas que debían matarme a mi. Pensé en lo que ella hubiese querido y corrí. Al fin pude escapar.
Hoy en día intento ser feliz y hacer todo lo que Judith hubiera querido hacer. Me sigo lamentando de haberla dejado en ese espantoso lugar pero por algo pasó lo que pasó.
Indira: planteás una idea sencilla y muy conocida;, los hechos suceden y se resuelven con una facilidad que resulta ingenua para el contexto en que se ubican. Ganaría si encontraras una vuelta de tuerca que la volviera más personal. Además, no lográs dar con el tono narrativo y predomina el decir. Por esto, no conmueve ni involucra afectivamente al lector.
ResponderBorrarSi bien ubicás los hechos en una época concreta, no construís esa época. Los personajes, cómo reaccionan, el tono y la voz del narrador no son coherentes con ella. Repensar que una narración no es necesariamente un cuento; llegar a una narración ficcional exige trabajar el discurso y todavía queda pendiente.
Rever puntuación, uso de tiempos verbales, gerundios, preposiciones, concordancia, construcción de oraciones.
Nota: 5